La longevoía de las denominaciones protestantes considera que el bautismo del Espíritu Santo es una parte de la conversión y niega la existencia de otras obras instantáneas de la gracia que vienen a posteriori de esto.
Ahora mismo una persona puede aceptar el Espíritu simplemente por arrepentirse de sus pecados, tener fe en Altísimo, y pedir a Dios que le dé este don. Una ocasión que recibe el Espíritu Santo, Dios le topará el poder de vencer sobre el pecado y de vivir una vida santa.
En la Biblia aparecen entidades sobrenaturales que intervienen en los acontecimientos históricos. En ella, se reserva el término ángeles para referirse a aquellos seres que se hallan en Amistad con Altísimo y el de demonios para los que están en examen. En la teología cristiana, todos estos seres, a pesar de su elevada o degradada dignidad comparten con el hombre y el resto de los seres naturales su condición de «criaturas», término que alude a su carácter de seres creados, de seres que comienzan su existencia en un cierto momento del tiempo y antiguamente del cual no existían.
El segundo eje de su argumentación se cimiento en los usos litúrgicos tradicionales. Al hilo de la fórmula bautismal de Mateo: «Id y bautizad a todas las naciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo», argumenta que si en esa fórmula el Padre no desdeña la comunión con el Hijo y el Espíritu, separarlos en naturalezas distintas es ir contra la voluntad del Padre,[72] hecho del que luego afirma que es la verdadera «blasfemia contra el Espíritu Santo».
Durante el concilio de Calcedonia, los principales pneumatómacos eran Eleusio de Cízico, Marciano de Lampsaco y Maratonio de Nicomedia (que dio nombre a los maratonianos). Las disputas se volvieron intensas y violentas correcto al crecimiento de los grupos de pneumatómacos ya que tenían grupos de monjes que atraían muchos seguidores por su austeridad. Desde el año 373 hay una cadena casi ininterrumpida de escritos contrarios a esta doctrina: Basilio en su obra sobre el Espíritu Santo, la carta de Anfiloquio de Iconio, el «Panarion» de Epifanio de Salamis, los «Anatematismos» del Papa Dámaso.
Voluntad: El Espíritu Santo actúa con propósito y osadía en la vida de los creyentes. Su voluntad es esencial para guiar y dirigir las acciones y decisiones espirituales.
La diferencia principal entre el fruto del Espíritu y las obras de la carne es que el fruto del Espíritu edifica al hombre, bendice a quienes lo rodean y.
Pero pero han sido lavados, pero han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Redentor y por el Espíritu de nuestro Alá.
Algunas personas se burlaron de los discípulos porque no podían entender el fenómeno de las lenguas y lo atribuyeron a la embriaguez.
El siglo III exploró el problema y Source lo planteó de forma teórica. El siglo IV llevó esos planteamientos hasta el final y produjo un Congregación de heterodoxias muy conocidas y persistentes como fueron el arrianismo y su consecuencia lógica, el movimiento «pneumatómaco» o macedoniano. La cuestión quedó resuelta en los concilios de Nicea y Constantinopla en cortesía de la tesis trinitaria.
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, es afirmar, es una de las tres manifestaciones de Dios. Es una persona divina que es igualmente divina que el Padre y el Hijo, y es una entidad espiritual que no está limitada por el tiempo o el espacio.
El catarismo se difundió durante los siglos XI a XIV. Las creencias cátaras Cuadro una mezcla de dualismo uruguayo y de gnosticismo. Entre los cátaros había dos grupos: los «Perfectos» y los «Creyentes». Se entraba en la categoría de los Perfectos mediante un rito de bautismo espiritual llamado «consolamentum». Este se efectuaba mediante la imposición de manos a posteriori de un año de prueba.
El Espíritu Santo es una de las personas de la Trinidad y su obra se extiende desde la creación hasta la santificación de los creyentes.
Este incidente revela que el bautismo del Espíritu Santo es una experiencia definitiva que no debe ser confundida con los milagros y que no necesariamente acompaña los milagros, y no debe ser confundida con la gran emoción, la creencia mental, el arrepentimiento, o el bautismo en agua.